Hay momentos cargados de una intensidad de pensamientos que reduce el tiempo en el espacio, ese espacio que lo llena todo, como ocurre en mi consulta, hay momentos que sé dónde tengo que influir más en una zona del cuerpo a tratar, ese es el toque terapéutico, tienes que estar atento a tus manos donde fluye tu energía, basándote en tu mente, corazón, y espíritu, manos como antenas. Hace algunos años descubrí un libro sobre un tratado llamado la Polaridad de Richard Gordon, me sorprendió mucho su trabajo, ya que yo lo estaba realizando años atrás y me confirmaba el don que tenemos todos. Somos sanadores en potencia.

La respiración es gratis, pero muchos de nosotros no la tenemos en cuenta, practica la respiración consciente donde quiera que realice tu técnica manual, recuerda que tu cerebro es el principal consumidor de oxígeno, y eso ayudará a tus manos.

Son muchas las maneras en que resulta posible estimular la sensibilidad de las manos como objetivo de percibir cambios en el campo personal del terapeuta. Un procedimiento muy utilizado, instintivamente consiste en poner las palmas de las manos hacia adelante y frotarlas enérgicamente. Al cabo de unos segundos, sentirá un calor intenso en los tejidos de las palmas.

Algunas culturas muy antiguas emplean este método como preparación para imposición de manos.

Usted puede participar en esta aventura, usted puede aliviar. Mi experiencia me ha convencido de que el potencial de aliviar está latente en las personas que están dispuesta a ir más allá de sí mismas para tratar de ayudar a los demás, es decir, quienes poseen una profunda intencionalidad de aliviar, una fuerte motivación en el interés de satisfacer las necesidades ajenas (en vez de limitarse a cumplir las necesidades de las estructuras del ego) y la capacidad de afrontar con honestidad la pregunta. ¿Porqué quiero desempeñar la función de quiromasajista? La necesidad de obtener un resultado inmediato empuja a la gente a complicar todo lo que es sencillo y natural.

Pese al proverbio de Sócrates: “Conócete a ti mismo”, no sabemos nada nosotros mismos.

JUAN A. BÁEZ SANTANA